Panorama político

Vaca Muerta: la suma de oportunidades y las necesidades políticas

El país da el paso inicial con el objetivo de producir GNL. Argentina necesita que la política se aleje de las profundas diferencias y aprenda a construir. 

Vaca Muerta: la suma de oportunidades y las necesidades políticas
Un perforador en un bloque de Vaca Muerta.
Un perforador en un bloque de Vaca Muerta.

 

 

Fueron diez años en los que cambió la producción de petróleo y gas en Argentina. Los no convencionales se las ingeniaron contra viento y marea para surfear todo tipo de olas bravas políticas y económicas.

La política rindió exámenes de todo tipo, muchas veces con estruendosos bochazos. En ese período hubo más consensos discursivos sobre la gran roca neuquina que realidades acordadas en una mesa de negociación. Coqueteos con lo que debiera ser una política de Estado. 

En paralelo: fotos permanentes de una épica de lo posible con protagonistas a uno y otro lado de la insoportable grieta. Y sucesivos gobiernos del MPN adoctrinando acerca de lo que conviene y no conviene hacer. Es lo que talló desde los primeros años 2010, el período que podría caracterizarse como de surgimiento y expansión del shale de Vaca Muerta.

La pandemia, extrañamente, marcó un antes y un después. Cuando todo era sombrío, las petroleras aceleraban en la curva de conocimiento. Las ramas laterales cada vez más extensas de los pozos no convencionales eran una proeza que impulsaban un puñado de técnicos que siguen haciendo historia en los bloques cerca de Añelo. La caída del precio del Brent en plena crisis del COVID-19 ponía más exigencia sobre las exigentes condiciones locales para hacer rentable un negocio. Fue parte del motor para seguir bajando costos. Eso y las virtudes determinantes de, quizás, la mejor roca no convencional del mundo, vuelven más que auspicioso el escenario actual para el puñado de productoras que pusieron a Vaca Muerta en la escena mundial.

Así fue cada vez más claro que ese futuro que hoy es presente pasaba por el shale de Neuquén. Y en un puñado de meses, con la revitalización de la demanda doméstica y mundial, los caños del gas y el crudo quedaron históricamente cortos. 

El país, millones de argentinos, pagan las consecuencias del aplazamiento durante el último lustro de esa obra central de evacuación del gas. 

Por un lado, hay una foto que desprende rayos de pánico para la macroeconomía argentina y es la de un gas natural licuado a 90 dólares por millón de BTU para el invierno próximo. Ahora el Estado busca la forma de adelantar todo lo que pueda la obra del gasoducto troncal, luego de una dolorosa postergación. La invasión de Rusia a Ucrania impone ese cuadro de pesadilla vinculado a las importaciones.

Del lado del crudo, los recortes a la producción de petróleo aplicados por la OPEP para sostener el precio internacional fueron un estímulo también para el petróleo excedente de Vaca Muerta, que encontró mercados del mundo: dos de cada 10 barriles producidos en Neuquén siguen saliendo al exterior. El fin del peor tramo de la pandemia para el petróleo, encuentra un estímulo de precios en la mencionada crisis bélica, que también pone en escena el gas no convencional.

Hay precios estrafalarios y crisis del suministro. El gas natural licuado es parte de una disputa geopolítica cuyos límites son difíciles de avizorar. El presente está cruzado por la rentabilidad de un negocio que traduce esas tensiones en el mercado. Lo que parece acelerar algo el tenor de las oportunidades que antes parecían más lejanas.

De buenas a primeras, hace seis meses, en medio de su propia hecatombe económica el gobierno argentino impulsó la opción del GNL con el gas de Neuquén en cuanta cumbre asistiera. Estados Unidos, Canadá, Europa, fueron escenarios donde el ex ministro Martín Guzmán y el presidente Alberto Fernández plantearon el potencial de Vaca Muerta para quien quisiera invertir. Nada que el mundo no supiera respecto del recurso, que sin embargo está sujeto a esas crisis cíclicas del país, con las que pudo lidiar el segmento no convencional para abrirse paso sobre todo en la demanda interna.

El GNL fue siempre esa posibilidad de máxima para la subsistencia de Vaca Muerta, para ese momento de aproximación más clara a los objetivos de la transición energética hacia las renovables. 

Esa rápida y turbulenta década del auge no convencional tuvo una foto histórica el jueves pasado. Una de esas en las que Vaca Muerta queda cruzada por sus enormes chances, sus realidades contundentes y los signos de interrogación, pero por lo bueno, por el grado posible de concreción. Es en rigor una instantánea que casi se extiende más bien al último mes, que parece exponer la cima de las posibilidades para el shale. Porque hace casi nada el gobernador Omar Gutiérrez, Jorge Sapag y el ministro de Economía Sergio Massa cristalizaron en el plano de las intenciones una hoja de ruta que duplicaría la producción de gas y triplicaría la de petróleo en ocho años. 

Casi de inmediato, YPF y Petronas dieron a conocer un acuerdo con el que se comprometen a transitar el camino que permitiría al país producir GNL, un proyecto que en diez años podría modificar la economía Argentina al final de una serie de pasos intermedios.  

Como se menciona más arriba, la virtud de la roca hasta ahora pudo más que cierto factor autóctono, por momentos, un mix de mala política y pésima gestión económica, y logró saltar ese camino de escollos.

Esos contextos tuvieron una suerte de paroxismo el jueves por la tarde: ni más ni menos que el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, artífice de la nacionalización del 51% del paquete accionario de YPF, luego de la laboriosa puesta en escena que había acometido Sapag al fin de la primera década de los años 2000, y como el mismo lo dijo, hoy un de asesor que tiene el objetivo de que el shale logre saltarse la grieta. “Tengo la misión de buscar consensos”, dijo el ex dos veces gobernador sobre el pedido que le hizo Massa.

Muy pocas veces Argentina tuvo una oportunidad para integrarse al mercado mundial de los hidrocarburos de un modo tan claro. En los últimos cinco años el problema macroeconómico fue el principal escollo. Vaca Muerta, el país, necesita que la dirigencia política que desfila por los principales bloques no convencionales para la foto y para las redes sociales aprenda a construir, lejos de los discursos de campaña, la pose y los resquemores, y genere los escenarios de estabilidad que permitan aprovechar un ciclo que podría ser virtuoso. Porque quizás no muchas veces más el escenario mundial será tan favorable. 

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