Panorama político de Vaca Muerta

Vaca Muerta: el récord del crudo y el GNL como faro y desafío de la política

La mejor marca petrolera de la historia de Neuquén pone en foco una vez más el rol del shale en Argentina e interpela a la política, de la que dependen decisiones estructurales.

Vaca Muerta: el récord del crudo y el GNL como faro y desafío de la política
Un perforador en el bloque Bandurria Sur, sobre la formación Vaca Muerta.
Un perforador en el bloque Bandurria Sur, sobre la formación Vaca Muerta.

El récord histórico de la producción de crudo en Neuquén trajo nuevamente a colación algunos contextos. El tipo de ideas que hacen pensar en por qué ocurrió, básicamente. Los 308.608 barriles diarios en promedio de diciembre no tienen precedentes desde el hallazgo en Plaza Huincul en 1918. Pasaron 25 años para que Argentina y la provincia tuvieran las condiciones necesarias (económicas, políticas, de infraestructura y demanda entre otras varias más) para que la nueva marca fuera posible.

Lo que no deja de asombrar es la velocidad de los desarrollos de la última década en el segmento no convencional. Si se toma el período de más aceleración, acaso el recorte sea a cinco años, de los cuales dos estuvieron signados por la pandemia y la consecuente afectación de la actividad. Hoy el 90% del petróleo neuquino proviene de Vaca Muerta. Por supuesto: hay un motor central. La provincia y la necesidad de extender el rango de ingresos del sector hidrocarburífero a fines de la primera década de los años 2000, algo varias veces reseñado en esta columna. Y esa suerte de tradición petrolera sin la cual la perspectiva de un desarrollo de los no convencionales no hubiera tenido lugar. 

Ese camino de evangelización de gobiernos neuquinos mostrando luz al final del camino de los bloques shale era difícil de instalar en escena. Pero sin eso, no se entendería la nacionalización del 51% del paquete accionario de YPF, sus desarrollos precursores en Loma Campana (shale oil, junto a Chevron) y El Orejano (shale gas en sociedad con Dow Chemical), y la llegada del resto de las grandes jugadoras que hoy también impulsan el crecimiento y el rango de posibilidades. Sobre todo luego del peor tramo de la pandemia. Ya habían sobrellevado parte de la pesadilla, con caídas en torno al 50% de la producción de crudo en yacimientos emblemáticos y gigantescos interrogantes sobre la puerta de salida del COVID-19. En ese momento lograron, junto a miles de operarios y un puñado de jóvenes ingenieros bajar costos de modo insospechado hasta hace cinco años, si se contemplan las condiciones macro argentinas y los banquinazos políticos a uno y otro lado de la grieta. 

Al promediar la última década, sin el tren de Vaca Muerta casi que nada era viable. Sería genial que estuviera, pero no fue impedimento para mejoras logísticas (de las posibles), al margen de la continuidad de rutas estragadas en parte de la Patagonia Norte por el paso de camiones con miles de toneladas en equipamiento rumbo a Añelo.

Desde el vamos, el terreno natural de Vaca Muerta fue la ambigüedad política y económica, con uno u otro signo político en La Rosada. Pero al mismo tiempo: la necesidad hizo lo suyo. A veces saciada con distintas recetas, fue uno de los factores de ese extraño ordenamiento posible de a ratos en Argentina. Con mejores costos y rentabilidad, y el surgimiento de los primeros grandes pozos en el Neuquén de la era no convencional, se comenzó a prefigurar una suerte de camino que hoy es pura realidad: el del shale.

Ahora, pese a la presencia de la pandemia tras bastidores, las productoras pueden capitalizar en paralelo esos mejores escenarios mundiales de precios; cuando parte del mundo comenzó a tener vacunas, necesitó acelerar la economía, y comprender que las renovables son un faro esencial, pero también que sus respuestas a gran escala pueden demandar algo más de tiempo (e inversiones colosales que por ahora son más claras en los discursos que a la hora de habilitar el financiamiento a países de la periferia). 

De pronto, la provincia exportó el 40% de su crudo en tramos del 2022. Y termina saturando los oleoductos (también los gasoductos), lo que plantea más claramente la perspectiva de lo que viene, si es que se produce el salto desde los consensos discursivos a los hechos, principal desafío argentino de los próximos años. 

Es claro también: hay un récord en el petróleo pero ya hubo otro en el gas. Los 91,59 MMm3/d que alcanzó la producción neuquina en agosto son esa otra muestra de los avances. Pero también hoy son un límite, que está a la espera del fin del gasoducto Néstor Kirchner, esa posible vía hacia el norte y paso inicial para exportaciones a Brasil.

Una vez más: el camino recorrido es importante. Pero la verdadera clave está en lo que viene. Y en las respuestas políticas acordes a esa realidad. 

Lo del shale oil parece algo más certero: la vía natural hacia Chile (OTASA) en puesta a punto con el horizonte de entrar en funcionamiento en febrero/marzo próximos. El precio mundial (hoy) es un articulador de esas obras, en buena medida, al igual que las necesidades de Chile y las opciones exportadoras vía el Pacífico.

Sin embargo, la apuesta por el gas, en definitiva, lo que podría mantener a Vaca Muerta en el mercado mundial con un salto de escala en los próximos años, requiere de un marco normativo acorde a las megainversiones que podrían realizarse. El futuro parece ser el GNL, el gas natural licuado. La transición energética, ese rumbo hacia la salida de la matriz de hidrocarburos omnipresente en el modo de vida actual, tendrá como principal combustible al gas. “Cuando dos no quieren, uno no puede”, dice un refrán. En este caso, Argentina debe demostrar que quiere. Y es lo que está en buena medida en duda. Por solo hablar un tanto fríamente de ribetes políticos. Porque por lo general lo que prevalece es la puja política. Pero una de las grandes incógnitas de este año radica en saber si finalmente el Congreso aprobará el marco regulatorio y el estímulo para el GNL que se produzca con el gas de Vaca Muerta. 

En medio del barro del juicio político a la Corte Suprema, es parte de lo que podría quedar empantanado, en plena sucesión presidencial. Es claro que los tiempos políticos no se llevan bien con los de millones de argentinos que luchan contra la “falta de divisas” del BCRA, entiendan o no de qué se trata, permanecen lidiando con la línea de pobreza, o llegan a Añelo para saber si encuentran el trabajo que en sus lugares de origen no consiguen. Pero con cada uno de esos debates postergados, Argentina demora y hasta cede oportunidades, de esas difíciles de encontrar, y se prolongan definiciones estructurales que se miden en empleos, salarios, nuevas industrias, inversiones y soluciones para atenuar el impacto de una crisis con pocos precedentes y que no discrimina ni discriminará entre colores políticos.

 

 

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