Panorama político de Vaca Muerta

El GNL y Bolivia, la agenda larga y el corto plazo de Vaca Muerta

La oposición tomó una decorosa postura al abstenerse en la votación de estímulo al gas natural licuado. Resta saber qué sucederá en el Senado con una ley trascendente para el país. La reversión del gasoducto norte es una clave para el suministro del 2024.

El GNL y Bolivia, la agenda larga y el corto plazo de Vaca Muerta
El GNL llave para descomprimir la macro.
El GNL llave para descomprimir la macro.

La oposición buscó una salida airosa. Evitó decir que no en la sesión caliente en Diputados en la que el oficialismo logró media sanción para un proyecto que puede ser central para la economía argentina del futuro, el régimen de incentivo al gas natural licuado (GNL). Había razones de coyuntura. Una de ellas es la suma y resta de votos en el electorado en un escenario ajustado camino a los comicios del 22 de octubre. Para algunos legisladores nacionales explicar el rechazo a un texto que permitiría cambiar la matriz económica y el ciclo de restricciones de la última década, iba a ser una factura un tanto inexplicable en sus respectivas provincias.

Sobre todo cuando parte de la oposición, la más racional, viene ponderando -matices aparte- la necesidad de apuntalar ese camino en el que Argentina podría instalarse como un faro del aprovisionamiento de gas en el mundo.

Con todo, la foto final para el proyecto será la del Senado. Ese tratamiento, en el mejor de los casos, de haber condiciones políticas, quedará para la recta final hacia una eventual segunda vuelta electoral, si se atiende al temblequeante reflejo del grueso de las encuestadoras que prefiguran un nuevo test presidencial al margen del de la semana próxima.

En Neuquén, precursora de los desarrollos no convencionales de Vaca Muerta, hay varias formas de medir el impacto político. Pero quien lo capitalizó más que nadie fue Rolando Figueroa, gobernador electo, que sigue sumando respaldos en la provincia donde dio el cimbronazo electoral en abril, y que desde hace meses transita la senda de cierta continuidad en la relación con las principales inversoras del mundo oil and gas. (“Nosotros tenemos que ser garantes de lo que suceda en Vaca Muerta y la provincia de Neuquén”, buscó llevar tranquilidad el día después de las PASO.)

Es la normalidad y el hecho común del cambio de manos del poder político propio de un ciclo como el actual. Que tiene como contexto el respaldo del gobierno de Omar Gutiérrez, que transita sus últimos meses frente al Ejecutivo. Ambos no escatiman respetuosos elogios y fotos en la tan mentada transición. Algo que, por caso, también tuvo efectos legislativos en proyectos de ley, como el que permite a Neuquén tomar nueva deuda para capear el temporal macroeconómico; esa cordialidad se tradujo en votos en el recinto de la Legislatura. Casi todos los intendentes, los Concejos Deliberantes, la Legislatura, y cámaras pyme, dieron su respaldo a las argumentaciones de las que el electo gobernador (hoy diputado nacional) era la voz cantante en comisiones y en su banca en el recinto, en el caso de la recta final hacia el tratamiento del proyecto de GNL en el Congreso. Capitaliza, en el plano público, la centralidad de un gobernador que todavía no asumió en funciones.

En pleno debate, Figueroa destacó los “aportes” de diputados de Juntos por el Cambio en la provincia (caso Francisco Sánchez, JxC), cuando en su discurso cuestionó la mezquindad e incomprensión en sectores políticos que iban a tener votos centrales en un tema en el que Argentina podría jugarse una carta fuerte de parte de su futuro económico.

La imagen final de la búsqueda amplia de consensos que el ministro Sergio Massa anticipó en Neuquén, el día que dijo que el oficialismo tenía “los números”, llegó hasta conseguir la abstención de buena parte de la oposición, quizás todo lo posible en el contexto actual de una semana política de alto voltaje, con la economía hecha un hervidero, y con candidatos/tas corriendo el límite de lo que es tolerable en los discursos hacia la definición en la Casa Rosada.

De manera afortunada, el gas del 2024 para parte del país no tendrá una instancia decisoria legislativa. Es decir: la reversión del gasoducto norte atravesará la semana próxima días muy importantes, pero está fuera del ámbito de lo legislativo, de a ratos cruzado por una poderosa miopía que no conoce el rubor. Será fundamental que haya avances en el proceso de concesión que tendrá efectos en la próxima administración.

La declinación de la producción de Bolivia impone la necesidad de acelerar en el reemplazo de las importaciones con el gas de Vaca Muerta. De hecho, el país del Altiplano enviará todo lo que pueda hasta el 2024, que de todos modos podría no ser suficiente para Argentina ni para Brasil, sus dos clientes estratégicos a los que paulatinamente dejará de suministrar parte de su producción, con la consiguiente caída de contratos.

Es esa foto de dos caras: por un lado, la de la presión por culminar una obra antes del próximo invierno, y por el otro, la chance de abrir nuevos mercados. Como se viene diciendo, Bolivia ofrece sus tendidos internos para llegar hasta el complejo industrial de San Pablo, en Brasil, siguiente instancia del transporte para el shale gas de Vaca Muerta, toda vez que el suministro doméstico esté garantizado.

Apostilla de esa otra gran realidad del shale, en este caso, del petróleo no convencional. Hay una línea directa entre la cuotificación de combustibles a las expendedoras en buena parte del país y la geopolítica de los próximos meses. La guerra entre Israel y Hamás podría deparar más dolores de cabeza, si es que finalmente el crudo tiende a subir de precio producto del conflicto en Medio Oriente. Neuquén y Chubut podrían festejar algo por una eventual suba de ingresos por regalías en sus exportaciones, pero al mismo tiempo habrá que ver qué tan sostenible es el precio en surtidores para la parte del gasoil y las naftas que se consumen en todo el país.

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